Madrid. Se esperaba con justificada impaciencia la decisión del Tribunal Constitucional sobre los recursos presentados contra el MEDE, el mecanismo europeo de rescate permanente que permitirá al Banco Central Europeo (BCE) comprar deuda en el mercado secundario, y su ambigua sentencia, un sí pero no, ha vuelto a sembrar de dudas, si es que alguna vez llegaron a desaparecer, el futuro económico de España. De si tendrá que acudir o no al rescate total, siguiendo la estela de Irlanda, Portugal y Grecia.
Pues bien, a la vista de la reacción de los inversores de deuda soberana, el sí condicionado del TC germano –de acuerdo, adelante con el MEDE, pero restringiendo la aportación de Alemania a 190.000 millones de euros– no ha despejado las incógnitas. Todo lo contrario, la tendencia a la baja que se venía registrando en las últimas sesiones, tanto de la prima de riesgo como del tipo de interés de los bonos a diez años, ha vuelto a cambiar de sentido, y retoma la senda alcista, cotizando dicha prima otra vez por encima de los 410 puntos y el interés del bono a diez años al 5,7%.
Son todavía registros lejanos a los máximos y con ventas muy cortas de la deuda soberana, pero resultan suficientemente significativos para que el Gobierno español tome nota de ellos y se dé por enterado de que todo lo que aquí ocurra se va a seguir mirando con lupa, y que las ventas masivas de esa deuda se pueden volver a producir en cualquier momento. De hecho, es lo que de nuevo se está barajando ante la resistencia del Ejecutivo presidido por Mariano Rajoy a solicitar el rescate que la mayoría de inversores y no pocos países de la Eurozona están esperando.
En su nuevo análisis de la actual situación, el BCE dibuja un futuro tenebroso para las cuentas españolas, tanto que, de no cumplirse los requisitos comprometidos ante la Comisión Europea y sus socios, la deuda española superaría al PIB en 2016, lo que supondría aumentar un 35,5% el ratio que entre ambas variables existía a finales de 2011. Y es que si los gastos siguen sin poder equilibrar los ingresos, esos 100.000 millones de euros aportados por la Eurozona para sanear a las entidades financieras pesará como una losa.