Han sido más de dos décadas de urbanismo a base de recalificaciones permanentes para llevar los desarrollos mucho más allá de lo que la realidad aconsejaba, pero parece que las cosas, en este sentido, están empezando a cambiar en Valencia. Y las prioridades ya son otras.
Básicamente, se trata, primero, de terminar las actuaciones de la trama urbana que quedaron sin terminar para, luego, en el futuro, adentrarse en la necesidad de volver a recalificar más suelo, solo cuando sea estrictamente necesario hacerlo.
Entre esas actuaciones que quedaron aparcadas se encuentra el Proyecto de Actuación Integrada (PAI) de Guillem de Anglesola, en el barrio de Aiora. Ya ha llovido desde que hace casi 20 años la empresa municipal AUMSA recibiera el encargo del Ayuntamiento de Valencia desarrollar este ámbito, que finalmente, ante la dejadez municipal, pasó a manos de la empresa Proara.
Ahora, con el final de las obras de urbanización, se acabará con una de las zonas más degradadas de Valencia, dando lugar a un amplio jardín con área de juegos infantiles y solares para edificar en un futuro hasta un total de 165 nuevas viviendas.
A la de Guillem de Anglesola les seguirá la remodelación de otros barrios, donde se precisa mejorar el espacio urbano, entre ellos el de la calle Espasa, que permitirá poner en valor y recuperar para uso público un antiguo refugio de la guerra civil. O el sector de Quatre Carreres, cuya urbanización permitirá concluir las dos fases de ejecución y habilitar solares edificables que permitirán construir en un futuro más de 800 viviendas.
En otros casos, las huertas de Nazaret, abandonadas por sus propietarios a la espera de que llegara la recalificación, que nunca llegó, están ahora siendo estudiadas por los nuevos responsables municipales para ver la forma en que se pueden integrar en el barrio.
El proyecto puesto encima de la mesa pasa por llevar a cabo un proyecto intercultural de formación con el objetivo de alcanzar la integración y convivencia ciudadana de personas, la mayoría de ellas inmigrantes.
Un Banco de Tierras de cara a poner en valor los terrenos no cultivados. Se lograrían varios objetivos, como dar formación a personas en riesgo de exclusión, la integración de personas inmigrantes y su normalización y que todo esto ayude a que la huerta se mantenga viva.