Madrid. Hay noticias que te “enganchan” enseguida. El titular de la misma hace de cebo pero sin embargo no suele ser suficiente y es la lectura completa de su texto la que hace que la noticia se quede prendida o no en tu mente. Y eso me ha pasado a mí con esta que le aquí le anoto. La he leído primero en la edición digital de ABC.es bajo el título de: El Gobierno luso crea 52 medidas para relanzar los sectores de la construcción e inmobiliario, el artículo viene firmado por Belén Rodrigo, corresponsal en Lisboa del periódico indicado y describe brevemente la iniciativa del gobierno portugués para reanimar el mercado inmobiliario de ese país.
Sin duda que debe de haber diferencias entre los mercados inmobiliarios de Portugal y España pero algunas de las similitudes son tan evidentes (miles de empresas del sector inmobiliario cerradas; decenas de miles de trabajadores en el paro; ruina económica generalizada en el sector inmobiliario, cientos de miles de viviendas vacías, miles de viviendas en construcción, o paralizadas; extensos terrenos, urbanizados y en proceso de urbanización, vacíos; parálisis de la actividad promotora y constructora, etc., que bien podríamos tomar nota del plan portugués para aplicarlo en España.
¿Y eso por qué?
En primer lugar porque es un plan, un plan que existe, que está ya elaborado y que se pondrá en práctica enseguida. Y aquí, en España, no tenemos nada parecido. Sin entrar en el fondo, un plan –hasta un mal plan– exige un examen global de la situación, una evaluación de la misma y un conjunto de decisiones para cambiarla a mejor. Y aquí no tenemos más que quejas y lamentos, iniciativas inconexas, legislaciones inoperantes, pero no un plan de conjunto.
Nuestro sector inmobiliario está en peligro de colapso total. Ventas misérrimas a niveles de hace muchos años atrás; concesión de crédito hipotecario a empresas y particulares, insultante; concursos de acreedores cada vez más abundantes; constructoras y promotoras desaparecidas en la niebla de la recesión; ventas de máquinas de construcción y medios auxiliares a precios de chatarra, por cese de actividad; decenas de miles de trabajadores de cualquier nivel, despedidos; ciudades fantasmas, sólo parcialmente iniciadas; suelos vacantes costosamente urbanizados que no tendrán un uso próximo; ruina económica generalizada en el sector debido a la espantosa pérdida de valor monetario de los bienes inmuebles; dolor y fracaso personal de muchas personas del sector que tenían sus esperanzas y esfuerzos puestos en su labor inmobiliaria; etc. Y no hay un plan para curarlo. El enfermo grave empeora y a nadie se le ocurre llevarlo al hospital, en espera quizás que cambien las cosas y se recupere solo. ¡Y que no deje de tomarse las pastillas! ¡Qué locura!
Las iniciativas parciales que se están aplicando en España y otras como las que el lunes pasado anunció el presidente de Gobierno, como la prórroga del IVA superreducido del 4%, acordado por el anterior Gobierno socialista o la recuperación de la deducción fiscal generalizada en el IRPF por la compra de una residencia habitual, tienen el problema de que son parciales e inconexas. Y esto no es lo que se necesita, por muy deseable que sean medidas como esas, lo que se necesita es un plan director de todas las iniciativas que se crean necesarias para salvar al enfermo.
En segundo lugar, el plan luso se centra en lo que debe centrarse un plan que quiera reanimar un sector productivo tan importante: a la reanimación coordinada de todos los subsectores –aunque con distinta intensidad–, esto es, tanto a la nueva construcción como a la rehabilitación de obras obsoletas, a la obra pública y a la privada, a la construcción de inmuebles para la venta y también para alquiler, a las obras en sí y a las empresas que las realizan, a los empresarios del sector y a los trabajadores, al crédito y al trabajo, etc.
Un plan, con las características que todo plan tiene. Un plan que aglutine coordinadamente todo el esfuerzo reanimador necesario. Un plan realizado por todas las partes interesadas en ello: Poderes públicos y privados; Administración y administrados, productores y consumidores; promotores y financiadores; consultores y agentes inmobiliarios; empresas auxiliarios y sectores afines, etc.
¡Un plan!
Y deprisa, deprisa, no vaya a ser que le vayamos a dar el caldo al enfermo cuando éste esté ya muerto.