Vemos cómo el todopoderoso banco estadounidense JP Morgan acaba de comerse su orgullo para acceder a pagar una sanción de 10.000 millones de euros por su gestión en la comercialización, a través de varias de sus filiales, de las hipotecas subprime en Estados Unidos, que llevó a la quiebra a muchas familias. Y, la verdad, da un poco de envidia comprobar cómo allí los culpables de llevar a la ruina a muchas personas pagan por ello.
Mientras, aquí, la asunción de responsabilidades ni está ni se la espera. En España, el Estado se vio obligado a rescatar a Bankia por el agujero de 20.000 millones generado durante la gestión de Miguel Blesa, y no pasa nada.
Entre las operaciones que abocaron a la entidad al borde del precipicio, la realizada en julio de 2007 –a algunos en Repsol todavía no se les ha quitado la sonrisa desde entonces – cuando el bueno de Blesa, asesorado entonces por Aguirre Newman –imaginen la comisión que obtuvo– accedió a que la entonces Caja Madrid pagara a la multinacional petrolera nada menos que 815 millones de euros por la Torre Foster, uno de los cuatro rascacielos levantados sobre los terrenos de la antigua ciudad deportiva de Real Madrid al final del paseo de la Castellana.
Pues bien, si al final el fondo de Abu Dhabi ejerce en 2016 la opción de compra firmada con Bankia para la compra de este activo por 450 millones, las minusvalías serán nada menos de que de 365 millones para la entidad financiera. Casi nada.
El desbloqueo de esta operación, en la que Bankia –primero con Rodrigo Rato y después con José Ignacio Goirigolzarri llevaban tiempo intentando cerrar– se ha producido tras el contrato de alquiler con opción a compra firmado entre el fondo y la entidad financiera, que contempla pagar una renta anual de 17 millones, para que lo ocupe Cepsa –filial española del fondo – en su totalidad o siendo subarrendada a terceros parte de la superficie.
Desde que el edificio fuera terminado en 2009, sus 45 plantas han permanecido prácticamente vacías. Y no lo estuvieron en su totalidad como consecuencia de un artificio contable simulando que era de uso propio, y así evitar afrontar su paupérrima valoración al precio del mercado actual. Artificio que pasaba por una sociedad de Bankia que era la que gestionaba la torre y la ocupación de tres plantas para hacer el paripé.