Madrid. Cada vez se entiende menos nada o es que, quizá, sea esa la estrategia, que no nos enteremos de nada hasta que ya las consecuencias de las decisiones sean más que evidentes. Viene esto a cuento por lo sucedido ayer.
Si se supone que la ‘troika’ –BCE, FMI y Comisión Europea– es un todo en uno, sin fisuras y con un mismo discurso, resulta curioso observar cómo inmediatamente después de que Joaquín Almunia, comisario de la Competencia, pusiera sobre la mesa la dieta a la que se deben someter las cajas nacionalizadas durante los próximos cinco años a cambio de recibir esos casi 40.000 millones, saliera el Fondo Monetario Internacional para largar otro de esos sesudos informes, en el que se volvía a poner en duda todos los extremos del rescate, con incertidumbres sobre todo el tema del futuro de la economía española y de la reestructuración de su sistema financiero, cuando se supone que todo está atado y bien atado de acuerdo con lo firmado en el Memorando de julio 2012. Pues no lo parece.
Que si las ayudas deben catalogarse de una u otra forma, que si Sareb, tal y como lo ha montado el Gobierno –aquí, la verdad, no le falta razón–, ofrece un mar de interrogantes, y así una tras otra.
En ese documento, el organismo que dirige Christine Lagarde muestra sus recelos por los plazos dados por el Gobierno español para la entrada en funcionamiento del llamado banco malo (o Sareb), insinuando que será muy difícil que, como estaba previsto, esté completamente operativo en el ambicioso plazo de finales de noviembre. O sea, mañana a más tardar. Y deja caer su crítica hacia los directivos del FROB por no haber tomado algunas decisiones antes del proceso de preparación.
En este sentido, advierten de que Sareb afronta una serie de riesgos, incluyendo aquellos que podrían derivarse de posibles conflictos de intereses entre sus partícipes o del apalancamiento de su estructura, así como de las dificultades propias de gestionar tal cantidad de elementos. Y aboga el organismo internacional por dotar de un carácter comercial al banco malo, enfocado a maximizar el valor de la venta y reestructuración de sus activos. También recomienda la utilidad que podría tener el establecimiento de un calendario regular de revisiones independientes de las operaciones realizadas por este banco malo.