Cada dos o tres meses, el mercado bursátil parece adelantar que la inmobiliaria Quabit está a punto de salir definitivamente del hoyo, con subidas brutales de la cotización que muchos creen que obedece a la esperada inyección de capital que se lleva anunciando desde hace un año, pero al final todo se queda en nada.
El viernes pasado volvió a suceder. La acción del grupo presidido por Félix Abánades arrancaba la sesión de manera fulgurante, llegando a subir hasta un 12% para, al final, cerrar, plana, en un continuo vaivén de, primero, grandes compras, y, después, ventas progresivas de títulos. Pura especulación.
Quabit está en el punto de mira al ser una de las pocas inmobiliarias cotizadas, que, a duras penas logró salvar el cuello tras el estallido de la burbuja, y todo el mundo espera que se produzcan esas dos noticias esperadas.
Que, primero, llegue ese dinero a manos llenas, en forma de una inyección de capital de 70 millones de euros y que esto provoque el alza de la cotización de la empresa presidida por Félix Abánades hasta el umbral de los 2,5 euros, necesario para acometer la pendiente ampliación de capital.
Lo que sucedió el viernes ya había ocurrido en otras ocasiones. A finales de agosto, tras la presentación de resultados correspondiente al primer semestre de 2016, la cotización de Quabit también se elevó hasta los 1,85 euros para, a partir de ahí, entrar en una caída vertiginosa que llevó los títulos de la inmobiliaria a poco más de 1,5 euros.
Los inversores ya atisbaban lo que iba a suceder, y algunos, en los foros bursátiles echaban pestes, sintiéndose estafados con esta operativa especulativa orquestada.
A falta de que llegue la ansiada inyección de capital y la pendiente ampliación, la inmobiliaria alcarreña prosigue intentando sacar, a trancas y barrancas, su plan estratégico sin, por el momento, muchos datos que hagan pensar que pueda cumplir con los objetivos.