Millón y medio de metros cuadrados de superficie expositiva, repartidos entre Madrid, Barcelona y Valencia, son, a todas luces, un exceso. Sobre todo, cuando, en los tiempos que corren y a diferencia de lo que ocurre en otros países, son recintos sufragados en buena parte con dinero público procedente de comunidades autónomas, ayuntamientos o cámaras de comercio.
Especialmente ahora que, en plena crisis, cada vez son menos los expositores que acuden a las ferias, y, sí lo hacen, requieren cada vez menos espacio. Y es que, a la hora de apretarse el cinturón, la presencia en este tipo de eventos resulta, en la mayoría de los casos, totalmente prescindible.
En los últimos años han sido muchas las ferias que han querido posicionarse y lo que han hecho no es otra cosa que quitarse cuota de mercado entre ellas. Son casi un centenar los recintos feriales distribuidos por toda España. Algo menos de medio millón de metros cuadrados en Madrid, más de 800.000 en Barcelona, entre Montjuic y Gran Vía, y otros 230.000 en Valencia.
Ifema se ha resentido y de qué manera. En los diez congresos, 24 ferias externas y 378 eventos de todo tipo realizados en 2012 asistieron algo más 260.000 personas, mientras que en 2011 recibió la visita de 884.260 asistentes a los nueve congresos, 33 ferias y 442 eventos. Así, los 45 millones de beneficios obtenidos en 2011 se quedaron en tan solo 1,5.
Fira Barcelona, por su parte, cerró 2012 con unos ingresos de 115 millones, un 14% más que en 2011, con un Ebitda (beneficio antes de impuestos) de 11 millones, en línea con lo presupuestado y similar al de un año antes. Se beneficia Barcelona de su mayor especialización y un mayor empuje internacional.
Y quien no levanta cabeza es Feria Valencia, Cerró 2011 con unas pérdidas de 7,6 millones, y no parece que el nuevo plan de negocio, tendente a propiciar un crecimiento anual del 5,8% hasta 2020 con vista de beneficios a 2015 tras la pérdida del ejercicio pese a reducir el gasto un 29,3%, esté dando el resultado esperado.
Un nuevo modelo basado en adecuar la oferta a la demanda, con un mayor control y selección tanto de expositores como de los visitantes con el fin de buscar calidad y no cantidad.
En 2009, la crisis de Feria Valencia ya era patente, con unas pérdidas de 2,7 millones de euros. La quinta parte de los 13.000 clientes históricos de Feria Valencia, unos 2.600, cerraron o atravesaron un concurso de acreedores en 2009 llegando menos expositores y los que lo hicieron con menos metros.