Moscú. A base de talonario, los multimillonarios rusos llevan más de una década comprando todo lo que se pone a tiro. Clubes de fútbol, embarcaciones de recreo de muchos metros de eslora y villas de esas que quitan el hipo. Pues bien, parece que ha llegado la hora de que invierten en su propio país. Y falta que va a hacer.
Moscú prosigue con su proyecto de expandirse hasta los 2.500 kilómetros cuadrados, dos veces y media más de lo que ahora ocupa. El objetivo no es otro que situar a la capital rusa entre el selectivo club de las ciudades con mayor pedigrí del mundo, como Nueva York, Londres, París o Tokyo.
Y la idea va cogiendo cuerpo. No parece que, como ha ocurrido con otros tantos proyectos, éste vaya a quedarse en el camino por la crisis económica. Ya se han seleccionado los proyectos finalistas, y entre los diez elegidos figura uno español, el que forman el arquitecto Ricardo Bofill y la agencia Barcelona Regional.
Las bases del concurso establecían una extensión de la ciudad hacia el suroeste, siguiendo el eje de una de las 14 carreteras radiales que comunican la capital con el resto del país.
Son 1.500 kilómetros cuadrados, es decir 2,5 veces el actual municipio y donde deberían ubicarse 11,2 millones de personas. Un espacio en el que los equipos seleccionados han ubicado el nuevo centro financiero, las administraciones del Estado, los campus universitarios y científicos, y otros equipamientos públicos, de cara a descongestionar el centro de la ciudad.
En principio, las autoridades rusas, a tenor de los proyectos seleccionado, se han decantado por una estructura radial en detrimento de un crecimiento concéntrico. Moscú tiene un diámetro de 35 kilómetros, y en el eje en el que se propone la ampliación, pasará a tener 100 kilómetros, duplicando ampliamente los actuales más de diez millones de habitantes.
Además de ubicar a Moscú entre ese ‘pool’ de ciudades selectas, desde el punto de vista urbanísticos, lo que se pretende es reubicar los edificios de oficinas hacia el extrarradio y construir viviendas en el centro, así la zona se convertiría en un área residencial y se terminaría con la congestión a la que diariamente se ve sometida el centro histórico.