Santiago de Compostela. El Diario Oficial de Galicia ha publicado la resolución de la Consejería de Cultura y Turismo, a través de la Dirección General del Patrimonio Cultural, por la que se incoa el expediente para la declaración de bien de interés cultural, con la categoría de monumento, en favor del convento franciscano de Santo Antonio de Herbón, en el ayuntamiento coruñés de Padrón. Esta resolución, que será comunicada al Ministerio de Cultura para su anotación preventiva en el Registro General de Bienes de Interés Cultural y notificada al Ayuntamiento de Padrón, fue aprobada por el Consejo de la Xunta el pasado 27 de octubre.
Con la incoación de este expediente se procederá a la apertura de un período de información pública por el plazo de un mes, a contar desde el día siguiente al de la última publicación oficial de la resolución, a fin de que cuantos tengan interés puedan examinar el expediente y alegar lo que estimen conveniente.
La incoación de este expediente determina la aplicación inmediata y provisional del régimen de protección previsto para los bienes ya declarados y, en concreto, la suspensión de las corresponsales licencias municipales de parcelación, edificación o demolición en las zonas afectadas por la declaración, así como de los efectos de las ya otorgadas. Las obras que, por causa de fuerza mayor, interés general o urgencia, tuvieran que realizarse con carácter inaplazable precisarán, en todo caso, de autorización de los organismos competentes de la Consellería de Cultura y Turismo
La Ley del Patrimonio Cultural de Galicia tiene como fin esencial proteger, conservar y difundir el legado que constituye el patrimonio cultural de Galicia y transmitirlo al futuro. Este patrimonio, de acuerdo con su artículo 1, lo constituyen todo los bienes materiales e inmateriales que, por su reconocido valor propio, deban ser considerados como de interés relevante para la permanencia y la identidad de la cultura gallega a través del tiempo.
De este modo, el convento de Santo Antonio de Herbón, emplazado en un paraje de gran belleza natural al lado del río Ulla, podría llegar a adquirir la categoría de bien declarado de interés cultural por el gran valor que le atribuye su propia evolución histórica en estos seiscientos años de vida. Asimismo, tendría la consideración de monumento al tratarse de una construcción u obra producto de la actividad humana, de relevante interés histórico, con inclusión de los muebles, instalaciones y accesorios que son parte integrante de él, y que constituye una unidad singular.
El convento está situado en la parroquia de Santa María de Herbón, en la denominada Agra de Longara, en un paraje de gran belleza natural a un lado del río Ulla, bordeado por uno amplio conjunto de laderas empinadas cara el este y oeste. El origen de esta comunidad franciscana está relacionada con el movimiento eremítico de los oratorios franciscanos surgido en la provincia de Santiago la finales del siglo XIV. Los frailes, Gonzalo Marino y Pedro de Nemancos conocieron que en la feligresía de Santa María de Herbón había un terreno denominado Agra de Longara que reunía todos aquellos elementos que los eremitas anhelaban: soledad y jubilación, bosque, agua en abundancia, espacio para huerta, etc. Este terreno era propiedad del cabildo de Iria Flavia que, el 26 de diciembre de 1396, acordó donarlo a los frailes franciscanos para hacer un oratorio siguiendo la regula de San Francisco.
En esta finca, los frailes levantaron en el siglo XV un modesto convento del que apenas quedan restos, excepto un pequeño y sencillo capitel vegetal de viruta ruda y dibujo muy sumario. Probablemente, este humilde inmueble había constado de una modesta iglesia con las características estilísticas del llamado gótico mendigo. Sería, por lo tanto, una casa que hacia el año 1450 contaría con siete frailes, con una iglesia pobre y separada de una huerta conventual con arbolado, predios y una fuente. Ya por estos años los frailes quisieron delimitar sus propiedades y, en 1491, obtuvieron permiso para vallarla.
Así, quedaban fijados los límites de una huerta íntimamente ligada a la vida retirada del convento que será, en los siglos XVII y XVIII, uno de los valores principales de esta casa de jubilación, estudio y oración. Estos frailes compaginaron este estilo de vida, con el trabajo a favor de los peregrinos que acudían a Padrón y visitaban el Hospital de Peregrinos de esta villa.
La fábrica conventual de Santo Antonio de Herbón estaba formada por una iglesia de finales del siglo XVII y primeras décadas del XVIII, una sacristía y un amplio edificio, que combinaba las funciones residencias con las de enseñanza, además de una portería que facilitaba el acceso al claustro de dos plantas rodeado de varias dependencias. Conviene destacar la torre campanario, que muestra una arquitectura de corte popular con aspecto macizo rematado por un cuerpo de campanas, cada uno de ellos flanqueado por pilastras con un sobrio artesonado decorado con bollos y final en cúpula con pináculo.
Durante la Edad Moderna el convento sufrió muchas modificaciones. La primera fue el cambio de la primitiva advocación del convento a San Francisco para denominarse, a partir del siglo XVI, de Santo Antonio de Herbón. Otros cambios vinieron dados por las donaciones territoriales recibidas en 1509 de D. Fernando Bermúdez de Castro y, ya en el siglo XVIII, de los canónigos de Yria Flavia. Gracias a estas donaciones, el territorio del convento quedó tal como hoy lo podemos contemplar.
Sin embargo, a finales del siglo XVII esta iglesia gótica presentaba un avanzado estado de ruina. Ante esta circunstancia, fue totalmente sustituida por la actual, a inicios del siglo XVIII, en un momento crucial para la historia de este inmueble, ya que en 1701 el convento adquirió la categoría de colegio de misioneros Propaganda Fide. Esta era una fundación típicamente franciscana, con objetivos de renovación religiosa regular, vida pastoral intensa y vocación de servir las poblaciones tanto de tierras americanas cómo de las vecinas Asturias, León y el Bierzo.
La comunidad creció hasta llegar a tener más de treinta miembros, lo que hizo preciso engrandecer el convento y su iglesia. Las obras de ampliación, realizadas entre 1705 y 1722, supusieron una reconstrucción casi completa de su fábrica. Otros espacios a tener en cuenta en este convento son el atrio de la entrada que precede a la iglesia, donde se encuentra una sencilla imagen de una piedra de San Francisco. Destacan además el claustro con su crucero; los espacios de la planta baja abiertos al patio; la sacristía barroca construida en 1730, considerada una obra meritoria de la arquitectura conventual gallega, y el pabellón en la honra del arzobispo Martín Herrera.